Un espacio seguro para los discapacitados
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), unos 1.300 millones de personas en todo el mundo tienen algún tipo de discapacidad. Eso supone el 16% de la población mundial. En Estados Unidos, una de cada cuatro personas sufre alguna discapacidad, ya sea de movilidad o una afección que afecte a la salud mental y la cognición.
Las investigaciones indican de forma abrumadora que la actividad física regular puede ayudar a los discapacitados a mejorar en casi todos los aspectos de la salud física y mental, pero muchos de ellos no hacen ejercicio.
Según un informe de los Institutos Nacionales de la Salud, "casi el 60% de los adultos con discapacidad motriz no realizan ninguna actividad aeróbica, y los inactivos tienen más probabilidades de padecer al menos una de cuatro enfermedades crónicas (cardiopatías, ictus, diabetes, cáncer) que los físicamente activos".
Los gimnasios pueden desempeñar un papel muy importante a la hora de ayudar a esta población a obtener los enormes beneficios del ejercicio regular. Ese papel empieza por cumplir los requisitos establecidos por la Ley de Estadounidenses con Discapacidades (ADA), pero el acceso a una instalación es solo el principio.
Hal Hargrave, director general y presidente de The Perfect Step, sabe de primera mano lo importante que es el ejercicio para los discapacitados. En julio de 2007 quedó paralizado del cuello para abajo en un accidente de tráfico. Decidido a ayudar a los demás, en 2008 fundó la Fundación Be Perfect, que ha recaudado más de 7 millones de dólares y ha patrocinado a unos 250 clientes. También fundó The Perfect Step, centros de terapia basados en el ejercicio, que ofrecen programas a discapacitados.
Hargrave nos explica cómo los profesionales del fitness y los operadores de instalaciones pueden servir mejor a la comunidad de discapacitados.
CBI: ¿Qué medidas pueden adoptar los clubes para crear un entorno más inclusivo?
HAL HARGRAVE: Utilizaré el trabajo que hice en el Club Claremont de Berkeley, California, como punto de referencia inicial.
Por dónde pueden empezar es abordando cuáles son las necesidades de la comunidad. La mayoría de los clubes, en particular las instalaciones comerciales de salud y bienestar, conocen los análisis demográficos de su zona. Esos datos ayudan a los clubes a tomar decisiones calculadas sobre los tipos de programación inclusiva que valdría la pena considerar.
Esta programación puede proporcionar un servicio necesario para la comunidad local. Por ejemplo, descubrimos que en el sur de California hay más de 50.000 enfermos de Parkinson. Así que en el Club Claremont creamos el programa Ciclismo por el Parkinson, que enseguida tuvo tracción. Esa tracción no se basó sólo en el boca a boca; la población existente lo hizo fácilmente comercializable.
CBI: ¿Esta fue tu experiencia?
HAL HARGRAVE: La gente de la zona estaba más conectada personalmente con mi historia como alguien que había resultado herido en la comunidad local. Nací y crecí en la ciudad de Claremont y el Club Claremont vio la oportunidad de unirse en torno a mi historia y ofrecer un servicio a la comunidad -una historia de impacto- dentro de las paredes de su estudio. Esa conexión creó un comienzo muy orgánico para algo que acabó creciendo, extendiendo sus alas y despegando. El impacto que causó en una persona inició este efecto de bola de nieve de "constrúyelo y vendrán".