Descargo de responsabilidad: Desde su redacción, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) han añadido la inactividad física a su lista de afecciones médicas subyacentes que hacen que las personas de 18 años o más corran un mayor riesgo de contraer una enfermedad grave por el virus que causa el COVID-19.
La pandemia de COVID-19 ha dominado casi todos los aspectos de nuestras vidas durante el último año y medio. Al principio, los estudios mostraron que los ancianos y los pacientes que padecen enfermedades no transmisibles (ENT) eran los que corrían mayor riesgo de sufrir resultados graves por la COVID-19, definidos como hospitalización, ingreso en la unidad de cuidados intensivos (UCI) y muerte.
Sin embargo, sabemos que el ejercicio regular puede reducir significativamente la incidencia y mejorar la gestión de las ENT y mejorar la función inmunitaria.
Como médico de familia desde hace mucho tiempo, he observado de primera mano los beneficios del ejercicio para la salud y el bienestar de mis pacientes. De hecho, con prácticamente todas las enfermedades que encuentro en mi consulta, he comprobado que el ejercicio es la medicación más potente que puedo prescribir. Por esa razón, me pareció que era probable que el ejercicio regular redujera drásticamente el riesgo de resultados graves de la COVID-19.
Probando la teoría: El ejercicio reduce el riesgo de COVID grave
Dirigí un grupo de colegas en un estudio para comprobar la hipótesis de que el cumplimiento sistemático de las directrices de actividad física (>150 minutos semanales de AF moderada a vigorosa) antes de un diagnóstico de COVID-19 conduciría a resultados más favorables entre los adultos. El estudio, publicado en el número de abril de la revista British Journal of Sports Medicine, se llevó a cabo en Kaiser Permanente, en el sur de California, un sistema sanitario integrado que atiende a unos 4,7 millones de residentes en 15 centros médicos.