Ya en la década de 1980, el Dr. Robert Butler, director del Instituto Americano sobre el Envejecimiento, afirmó que "si el ejercicio y la actividad física pudieran empaquetarse como una píldora, sería el medicamento más recetado y beneficioso de la nación". Aunque siguen existiendo muchos interrogantes sobre los mecanismos del efecto y las modalidades óptimas, una síntesis de la literatura indica muchos efectos positivos de la participación en la actividad física sobre el proceso de envejecimiento y la mortalidad, con curvas dosis-respuesta que indican que los beneficios están vinculados tanto a las intensidades como a los volúmenes de ejercicio.
Desde entonces, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha confirmado en repetidas ocasiones que la inactividad física y el sedentarismo empeoran los problemas de salud crónicos, como la hipertensión, las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares, la diabetes, la depresión y la demencia. De hecho, las estimaciones de 2012 indicaban que el incumplimiento de las recomendaciones de actividad física es responsable de más de 5 millones de muertes al año en el mundo. Por si fuera poco, se ha demostrado que reducir el número de pasos diarios durante 14 días es suficiente para aumentar el riesgo de padecer en el futuro enfermedades metabólicas y resistencia a la insulina, típicas de la diabetes tipo II y la obesidad.
Nuestro cuerpo está diseñado para moverse
Está confirmado que estamos diseñados para movernos y que, si no lo hacemos, la carga de enfermedades y la mortalidad se dispararán exponencialmente. Sin embargo, en la población mundial, sólo el 18% de los adultos de 65 a 74 años, y el 15% de los mayores de 75, cumplen las recomendaciones mínimas de actividad física de 150 minutos de actividad física moderada y vigorosa a la semana y de ejercicios de fortalecimiento muscular al menos dos veces por semana. Pero lo realmente preocupante es que esta "deficiencia en la práctica de actividad física" se observa desde las primeras etapas de la vida. Es el verdadero problema que provoca la obesidad infantil. Si el Dr. Butler levantara la cabeza 33 años después, confirmaría lo que ya sospechaba: la actividad física y el deporte deberían ser actividades esenciales en la política de salud pública, y más aún durante la pandemia.