La COVID-19 es una enfermedad nueva. Básicamente, eso significa que antes de emerger en los últimos meses de 2019, nadie la había identificado. Dado que el COVID-19 es tan nuevo, lo que sabemos sobre cómo se propaga, sus efectos a largo plazo y cómo tratarlo y prevenirlo están en continua evolución.
La investigación de calidad sobre cómo -y dónde- se produce principalmente la transmisión del COVID-19 sigue apareciendo lentamente.
La insuficiencia de datos no debe impulsar cambios en la política sanitaria y económica
A mediados de mayo, la revista Emerging Infectious Diseases publicó un artículo en el que se examinaba la transmisión de casos de COVID-19 a través de un seminario de instructores de baile y, posteriormente, en instalaciones de fitness de Corea del Sur. El estudio, "Cluster of Coronavirus Disease Associated with Fitness Dance Classes, South Korea", ha tenido una amplia repercusión en los medios de comunicación y ha hecho que algunos responsables políticos retrasen o suspendan la reapertura de los gimnasios.
Aunque es muy poco probable que los factores sociales y ambientales que existían cuando se produjo la transmisión descrita en este estudio se vuelvan a reproducir en los gimnasios reabiertos, los artículos de prensa -y los responsables políticos- siguen citando este artículo.
Las directrices y normas establecidas por las autoridades sanitarias para los gimnasios y el público en general, así como los numerosos ejemplos de planes de reapertura de clubes que hacen hincapié en el distanciamiento social y los procedimientos de limpieza, demuestran lo improbable de estos factores.
Este estudio proporciona alguna información útil sobre la transmisión de COVID-19 en las clases de ejercicio en grupo, y sin duda contribuye a nuestra comprensión de cómo se propaga COVID-19, pero no proporciona pruebas suficientes en las que basar en gran medida las políticas sanitarias y económicas.