Para el propietario u operador del club, los síntomas son fáciles de pasar por alto o ignorar.
Pero para el socio del club, son imposibles de ignorar: son insidiosos, molestos y tienen un impacto acumulativo. El aparcamiento del club está lleno. No quedan plazas en la clase del grupo X, no hay bancos ni mancuernas. Y, aunque hay una extensión interminable de cintas de correr, no hay ninguna libre, ni ahora ni en un futuro previsible.
El problema no es que las instalaciones estén mal diseñadas, que el equipamiento sea insuficiente o que el personal sea incompetente.
La causa subyacente, la condición que crea todos estos síntomas, es la superpoblación.
Y el medicamento milagroso, en este caso, es una estrategia conocida como gestión de la capacidad.
Carrie Kepple, propietaria de Styles Studios Fitness, que abrirá sus puertas este año en Peoria (Illinois), conoció las consecuencias de la masificación, y la necesidad de limitarla, durante el tiempo que ejerció como directora del club Les Mills Newmarket, un centro de 20.000 pies cuadrados en Nueva Zelanda.
"Todos queremos hacer crecer la industria de los clubes, pero estamos limitados por nuestras ubicaciones y nuestros ladrillos y mortero, que dictan cuántos miembros podemos atraer, servir y retener", dice. "Lo que descubrimos en Les Mills fue que al centrarnos fuertemente en la mejora de la gestión de la capacidad pudimos atender a más personas con más frecuencia a lo largo del día".
El reto de la gestión de la capacidad no es sencillo, y las soluciones no son tan simples como comprar otra cinta de correr. Pero como el problema es serio, el precio es relativamente bajo y la recompensa puede ser significativa, los clubes están empezando a prestarle atención a conciencia en todo el mundo.