En otras áreas metropolitanas se observaron tendencias similares. La limitación de la ocupación máxima también fue más eficaz para reducir las infecciones y mitigar las consecuencias económicas que una limitación general de las visitas a cada PDI.
La sección de este estudio que probablemente dio lugar a titulares erróneos se refiere a la modelización de la reapertura de varios PDI. Para este análisis, los investigadores modelaron una reapertura completa de cada categoría de PDI basándose en los niveles de movilidad de marzo, mientras que dejaron los demás cerrados.
Descubrieron que "de media en las áreas metropolitanas, los restaurantes de servicio completo, los gimnasios, los hoteles, las cafeterías, las organizaciones religiosas y los restaurantes de servicio limitado produjeron los mayores aumentos previstos de infecciones cuando se reabrieron". Los restaurantes de servicio completo eran especialmente arriesgados, con una previsión de 596.000 casos para finales de mayo si se reabrían a plena capacidad.
Los modelos son tan buenos como las suposiciones en las que se basan. En este caso, el supuesto es la reanudación a pleno rendimiento de la ocupación máxima a los niveles anteriores a COVID-19. Pero ninguna empresa -incluidos los gimnasios- ha abierto a pleno rendimiento o incluso aboga por abrir a pleno rendimiento.
Este análisis nos dice mucho de lo que ya sabemos: si volvemos a los niveles de capacidad anteriores a la pandemia, que a menudo no facilitan el distanciamiento social adecuado, es probable que los casos de COVID-19 se disparen.
Tampoco está claro en este estudio hasta qué punto los investigadores tuvieron en cuenta el uso de mascarillas, el distanciamiento social, la ventilación y las prácticas de higiene en las hipótesis. Por ejemplo, es logísticamente posible que un cliente de un gimnasio lleve una mascarilla el 100% del tiempo que esté allí -algunos estados como Maryland lo exigen-, pero esto no es posible en un restaurante de servicio completo, un bar o una cafetería.
Otro hallazgo clave de este estudio, que los autores afirman que se mantiene incluso a pesar de las limitaciones del estudio, es que las personas de los CBG de menores ingresos tienden a tener tasas de transmisión más altas porque no pueden limitar la movilidad -por ejemplo, trabajando desde casa- y visitan PDI más densos. Los autores recomiendan una serie de medidas políticas, como los límites de ocupación, la distribución de alimentos de emergencia y la realización de pruebas asequibles y accesibles para abordar las desigualdades socioeconómicas en las infecciones por COVID-19.
Estas políticas son importantes medidas a corto plazo para controlar la propagación de la COVID-19. Sin embargo, tampoco hay que olvidar los enfoques a largo plazo para abordar y prevenir comorbilidades como la obesidad y la diabetes, como la actividad física regular.