Hay más de 40.000 gimnasios en Estados Unidos. Antes de que el COVID-19 arrasara el país, estos clubes daban trabajo a casi 800.000 estadounidenses y acceso a lugares seguros y solidarios donde más de 72 millones de personas podían alcanzar sus objetivos de fitness, aliviar el estrés y estar más sanos.
Hace casi un mes que los estados empezaron a obligar a los gimnasios a cerrar, y aunque el futuro de la industria de los gimnasios está en juego, la salud de todo el país también está en peligro. Antes del cierre, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) tenían toda una página de recursos en la que advertían de los "elevados costes sanitarios y económicos" que conlleva no realizar suficiente actividad física.
Durante este bloqueo, los niveles de actividad física han disminuido drásticamente, lo que en sí mismo es alarmante, pero aún más por el hecho de que las condiciones relacionadas con la obesidad parecen empeorar el efecto de COVID-19. Además, los efectos de este bloqueo han sido desastrosos para la salud mental, el estrés, la depresión, etc., afecciones graves que se mitigan con el ejercicio regular.
Teniendo en cuenta estos hechos alarmantes, la IHRSA envió cartas a cada uno de los gobernadores de Estados Unidos detallando la necesidad -y las razones- de abrir clubes de salud tan pronto como sea posible hacerlo de forma segura.
En las solicitudes, la IHRSA recuerda a los gobernantes el papel central y esencial que desempeñan los clubes de salud y fitness en la promoción y el mantenimiento de la salud y el bienestar mental, físico y social. Los clubes de salud y fitness son una parte integral de la solución para devolver a los ciudadanos a un estado de buena salud.
Las cartas también explicaban que los operadores de los clubes estaban preparados, dispuestos y deseaban trabajar de forma proactiva en colaboración con los funcionarios estatales en los planes de reapertura.