recientemente, El Economista proclamó que los datos son ahora el recurso más valioso del mundo, arrebatando el primer puesto al petróleo. Aunque algunos puedan objetar esta atrevida afirmación, está claro que los datos son el jugo que hace funcionar la nueva economía.
Es una analogía acertada. El petróleo y los datos tienen mucho en común. El petróleo, en su forma pura, tiene mucho valor intrínseco pero poco valor práctico. Tiene que ser refinado antes de convertirse en la gasolina que hace funcionar nuestros automóviles y crea los materiales de fabricación que producen la enorme gama de productos basados en el petróleo.
Al igual que el petróleo, los datos tienen que ser filtrados y procesados antes de que tengan un valor real para su negocio diario. La información recopilada y almacenada por el software de gestión del club y otros recursos tiene que ser organizada, analizada y puesta en contexto antes de que pueda servir a sus objetivos estratégicos.
Es más fácil decirlo que hacerlo, por supuesto. Nos hemos vuelto tan buenos recopilando datos que tenemos más de los que podemos manejar. Esto ha dado lugar a una nueva condición en la cultura empresarial moderna: la infobesidad.
La infobesidad es un tipo de sobrecarga de información que abruma a los empresarios y a sus empleados. En lugar de dejarse iluminar por los datos, acaban perdiendo el tiempo o, lo que es peor, cometiendo errores estratégicos por haber malinterpretado la información o por haberse rendido debido a su complejidad. La infobesidad ha sido denominada "el enemigo de las buenas decisiones" y una de las principales causas de la "parálisis por análisis".